Una de las modalidades de la tarea profética es denunciar el pecado del pueblo… Tarea delicada, pues nos pone en conflicto con los intereses del otro, con su visión egoísta, defendida por el a toda costa. Si la denuncia es a las actuaciones de las autoridades fácilmente nos encajonan en lo de «religión y política, no way». No en balde los profetas clásicos de la Biblia terminaron en persecución o asesinato. Denunciar, que no es sino recordarle al pueblo los términos de la Alianza: Yahvé es el único absoluto; su amor merece atención y correspondencia; hay que pulverizar los ídolos falsos.
Esta tarea la asume el cristiano, en particular en su ambiente; y también la comunidad creyente como un todo dirigida por sus pastores. Una forma de denuncia es presentarle al mundo un estilo diverso de vida, contradictorio con el que la mayoría ama y sigue. Pero también está la forma directa, el pasar juicio sobre los esquemas vacíos de este mundo, el denunciar lo corrupto y podrido. Así es la «sentada», como practican en USA los pro-vida, y en los 60 los luchadores pro derechos civiles. «No sigan la corriente del mundo en que vivimos» (Rom 12:2). Esta forma directa cuesta practicarla. No todos tienen pellejo de Bautista para enfrentarse cara a cara con Herodes.
Pero hay una forma indirecta, fina, y en largo plazo más demoledora: la RISA. El que satiriza descubre lo ridículo, y la caricatura deja simplemente en cueros nuestras actitudes pomposas bajo las cuales escondemos hipocresía. Decía el humorista Wenceslao Fernández Flores que la mejor manera de acabar con algo no es a tiros, sino a risas. En uno de sus artículos se ríe tanto de los duelos a tiros o a espada, que la conclusión final para uno es «yo no me meto en algo tan ridículo».
La sátira puede ser amarga: es el misántropo que consume sus jugos gástricos devorando al mundo al que no ama. La sátira puede ser inmisericorde, odiosa. Pero también existe el humor fino: pongo en ridículo algo que amo, porque es la manera de purificarlo, para convertirlo en más amable para todos. A mi juicio, esa función social la cumple un buen libreto cómico de la televisión (pocos hay). Los políticos son la mejor inspiración. Como decían los Gamma «si el libreto ya nos lo dan hecho». En nuestro incoherente mundo boricua, donde el egoísmo, o el partidismo, o las rabietas infantiles se quieren hacer pasar como cosas serias, no viene mal un predicador que desinfle tanta bobería. Hace falta un Bautista con una carcajada. Una sonrisa logrará más fuertemente que se acepten los caminos del Señor, el único absoluto.
Así también funciona en la relación matrimonial. Entre las buenas cualidades de un cónyuge debería contarse el buen humor, la capacidad para reírse, primeramente, de las propias tonterías, y aceptarlas sinceramente como lo que son, un ejercicio más de futilidad. Hay problemas de la relación que se pretende pasar como gigantes. desarma comentando: «¡Ajá, veo una pipita que se está moviendo!»
Reírme de mis actitudes grandilocuentes, de mis gritos apocalípticos, de tantos momentos en que paren los montes y lo que nace es un rajierito. Dice el refrán «no tomes la vida demasiado en serio; como quiera no saldrás vivo de ella». Y San Pablo: «Que no se ponga el sol sobre vuestra ira». O mejor, que no se ponga el sol sin que te hayas reído de ti mismo, y sonreído amorosamente de lo que ocurre a tu alrededor.