Vivimos un arduo problema pastoral con los divorciados de un matrimonio sacramento y vueltos a casar. Dada la indisolubilidad del matrimonio, esas personas estarían viviendo en un ‘adulterio técnico’, compartiendo maritalmente con quien no es su cónyuge legítimo. El problema surge porque crece el número de los que viven esa situación. Sería fácil decirles que no se casen con el sacramento y así, si se divorcian, pueden mejorar su situación ante la Iglesia. Está claro que no es esa la solución moral. ¿Cómo actuar, pues, con estos recasados que, para ponerlo más difícil, es en esta segunda relación que se cuestionan su fe, quieren vivirla más plenamente, y se encuentran separados de los sacramentos?
Antes del pasado Sínodo de la Familia, el Cardenal Kaspers, en una enjundiosa conferencia ante el papa Francisco, insinuaba una posible salida misericordiosa, cumplidas ciertas condiciones de parte de esa pareja. La indisolubilidad proclamada por Jesús sigue siendo la norma. Mas es posible una solución. Tendré que decir como el Catecismo: “doctores tiene la Santa Iglesia que os sabrán explicar”. Empero en este momento me pregunto si no hay una insinuación en los sucesos bíblicos para una solución de misericordia. Encuentro que sí, en varios ejemplos.
Jacob, nacido gemelo con Esaú, pero segundo al salir del vientre, no tenía los derechos de primogenitura, pero astutamente logra que Esaú se los conceda a cambio de un plato de lentejas. Luego ante su padre Isaac, ciego y moribundo, simula ser Esaú, y el padre moribundo le extiende la bendición, que era la herencia principal. Los deseos del padre se convierten en realidad para el futuro del hijo primogénito. Al enterarse Esaú gime y llora ante el padre para que le conceda la bendición que le toca. Isaac afirma estar ya vacío de bendiciones, pues se secó al darla a Jacob. Ante los alaridos de Esaú Isaac saca de su corazón una bendición corta, que alegra de algún modo a Esaú, pero no invalida la dada a Jacob. ¿No serán los recasados como ese Esaú que gime ante el padre y consigue al menos una bendición, aunque no de la categoría total de la primera?
Un segundo pasaje es el de la sirofenicia. Es pagana, no favorecida por la predilección de Dios con su pueblo elegido, el que hereda los privilegios y bendiciones del Padre. Jesús, fingiendo en si la actitud xenófoba del judío soberbio, le dice “el pan de los hijos no se le puede dar a los perros”. Pero ella suplica, al menos, por las migajas que caen de la mesa del padre. No solo consigue el milagro de la sanación de su hija posesa, sino una extraordinaria alabanza de parte de Jesús, que ve en esa pagana más fe que en muchos de los hijos de Israel. Los judíos no son desposeídos de la promesa del Padre, pero esa bendición también le llega a la pagana. ¿No será así el caso de los recasados?
Un tercer pasaje es el del hijo pródigo. Este joven, por su mala conducta que el mismo humildemente reconoce, ha perdido los privilegios de hijo en aquella casa. Regresa, al menos para comer y no morirse de hambre. Trae figura destartalada, raídos los vestidos, demacrado el rostro, enfermo tal vez por sus liviandades y promiscuidad. Sabe que no tiene derecho a reclamar nada. Pero el padre no le recrimina, llora con él las desgracias sufridas, no le echa en cara la herencia perdida, e increíblemente le restituye todo lo que tenía, como si nada hubiese acontecido! El hijo mayor se queja: tanta fiesta y alegría para un maldito que puso por el suelo el apellido de esta familia, y para mi, el fiel, ninguna fiesta especial! Siguiendo la lógica humana este hijo tiene toda la razón. Pero la lógica de Dios va por otro sendero. “Vuestros caminos no son mis caminos”, dirá en Isaías. Existe una lógica del amor misericordioso. Este hijo malo ha crecido inmensamente en su desgracia: ya es humilde, agradecido, más que nunca conoce lo que es el corazón del padre. El hijo mayor siguió el ideal, la fidelidad y el trabajo continuo por su padre. Merece, por eso, alabanzas. Pero en una especie de geometría no euclidiana, Dios padre propone otros planes para cuando suceda algo como lo de este hijo menor. El pobre aprendió dándose contra el seto lo que vale su padre. Encontró su abrazo por otros caminos. ¿No será esta la situación de algunos recasados?